sábado, 13 de septiembre de 2008

TEORIA DISCURSIVA LITERARIA

TEORIA DISCURSIVA LITERARIA II TUTORIA 

Bajtin será, para su momento, el gran pensador de los discursos, quien centre su atención en la palabra, pero ya no como un elemento constitutivo de un sistema arreglado, sino como enunciadora social. 

El concepto que debe romper Bajtin para permitiese pensar desde otro ángulo la problemática del lenguaje y de la literatura, no resulta para nada simple. Estamos bajo el predominio de ciertas formas de pensamiento que deberán ser cuestionadas para permitir la emergencia de una nueva idea, una nueva visión del objeto discursivo. 

En este contexto que sólo permite adhesión u oposición, desde un punto de vista ideológico, es donde deberá pensar Bajtin los conceptos fundamentales de su trabajo. Este contexto hará que su obra permanezca oculta o silenciada durante largos años. 

Sería inexplicable la formulación de la teoría estructuralista para la literatura y su larga supervivencia como teoría hegemónica, si las ideas de Bajtin hubiesen sido recibidas inmediatamente después del Formalismo Ruso. Pero el Estructuralismo Francés existió y dejó grabada su impronta a fuego, como si la historia literaria o de la teoría literaria hubiese querido hacer adrede esta jugada, como si la recepción no hubiese estado preparada para pensar otra cosa. 

Aunque parezca impensable el gran quiebre que provoca Bajtin surge de atacar el elemento mínimo del lenguaje, el signo de la teoría soussureana, pero para referirse a al se volverá a luna denominación que ya había quedado en desuso: "palabra". 

Toda esta teorización tiene su raíz más profunda en la idea de palabra que se pone a funcionar, es por eso que preferimos definirla citando a su autor, la palabra es un " medio eternamente móvil y cambiante de la comunicación dialógica, nunca tiene una sola conciencia, una sola voz, su vida consiste en pasar de boca en boca, de un contexto a otro, de una colectividad social a otra, de una a otra generación. De este modo la palabra no olvida su camino y no puede liberarse hasta el final del poder de los contextos concretos de los que había formado parte"

De ahí que la palabra participa necesariamente de un diálogo, dado que cuando llega a su receptor ya viene cargada de sentidos que ha ido recogiendo a lo largo de los distintos contextos comunicativos en los que participó; la palabra, es siempre palabra ajena, de otro, usada y semantizada por otros antes de llegar a su nuevo receptor. La palabra en su nueva emisión dialoga, entra en relación y correspondencias con todos los otros enunciados que la han albergado anteriormente, no se dirige e un objeto, existe en tanto apela a otra palabra, dialoga con otras palabras, con otros enunciados. 

Se entiende que la unidad gramatical de la lengua es la oración, sabemos de sus limitaciones y características. Su función es la de dar una unidad significante a la lengua, relacionarse con otra idea del mismo emisor. 

El enunciado, por su parte, es la unidad de la comunicación discursiva, se limita por la participación de su emisor, se da en condiciones específicas del uso de la lengua, lleva una idea concluida como totalidad, es individual, heterogéneo, subjetivo e intencionado. Se relaciona con los enunciados emitidos por otros hablantes como parte de una cadena discursiva, es respuesta a otros enunciados y espera respuesta de enunciados posteriores (esta es su característica dialógica). Su estilo está condicionado por factores externos y siempre tiene un objetivo, está destinado a algo o a alguien. Marca la posición de los distintos sujetos hablantes, está cargado de ideología, es social. 

Por otro lado La teoría Literaria intenta ser un resumen de las teorías literarias contemporáneas para aquellos que no tienen mucho conocimiento sobre el tema. Su densidad y propósito comprehensivo, sin embargo, pueden hacerlo de difícil lectura, sobre todo si se carece de un mínimo vocabulario filosófico contemporáneo. Tiene un buen estilo y argumenta con ingenio sobre los temas más variopintos. También sabe poner en relación entre sí muchos extremos de este difícil tema.

Eagleton se muestra impaciente con la falta de compromiso político de muchos teóricos de la literatura. Su tesis particular -la literatura, como la historia, es contada por los vencedores- está presente a lo largo de todo el escrito. Es intolerante, por un lado con el humanismo liberal, el parlamentarismo y la democracia capitalista, y por otro, con la Tradición y con los conceptos objetivos de excelencia, belleza o literatura. Se aproxima a cualquier obra de arte intentando descubrir qué intereses escondidos defiende: las multinacionales, la Mafia, un determinado orden social, etc.

Según Eagleton, la teoría literaria moderna es un campo de minas. Esta percepción, sin embargo, no parece corresponderse con una crítica suficientemente profunda. Esto es así, en parte, porque el libro se plantea como un resumen de corrientes de crítica literaria, pero también por la mixtura, teóricamente limitada, de marxismo y freudismo. Un reduccionismo mezclado con otro.

Para realizar una crítica seria a la teoría literaria se necesitaría un enfoque no racionalista sobre las posibilidades y limites de nuestro conocimiento. El estructuralismo ha explicado cómo el conocimiento humano no es un ámbito cerrado, limitado a la técnica, sino que, por su carácter analógico permite conocer algunas cosas por el camino de la exactitud, y otras, las más importantes, por vías aproximativas, pero que permiten no caer en el escepticismo respecto de los valores. Algunos post-estructuralistas han puesto de relieve la propensión del hombre a reducir todas las cosas a un reflejo de nuestras propias ideas o de nuestros logros técnicos, cayendo en el racionalismo y el positivismo. Pero esto sería sólo una prueba -caso de que fuera necesaria- de lo limitado y provisional de nuestro conocimiento.

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